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Pomagás en almíbar de vino tinto

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La chef y biólogo merideña Valentina Inglessis retoma esta exótica fruta en una sensual preparación ideal para compartir en pareja

«Espera,
No apures un ramo de flores blancas
Regálame una tarde mitológica y
Reposada
En el lecho colorido y perfumado
De la flor del pomagás
Espera,
También al Alba,
El árbol nos abrigará»

V.I.

Ver un árbol de pomagás florido y sus flores al caer, produciendo un lecho de color fucsia que invita a recostarse, es un espectáculo visual inolvidable. Sus frutos que crecen agrupados, parecen manojos de gemas que transportan a tiempos ancestrales casi mitológicos donde la memoria del hombre apenas se estaba gestando. Su olor suave y sutil hace volar por espacios infinitos de los cuales a veces, no se quiere regresar. La piel de su fruto, brillante, sedosa, roja es una sugerencia apasionada. Lo jugoso de su pulpa es un beso largo interminable, de esos, donde el pasado y el futuro no existen, solo está el presente silencioso y reposado.

Corazón estelar (Pomagás en almíbar de vino tinto)

Ingredientes

200 g de pomagás recién recolectadas
175 g de azúcar refinada
150 ml de vino tinto
600 ml de agua.

Preparación

Retira la piel a la fruta con muchísimo cuidado, con la sutileza con la que se acaricia la cara de un ser amado.

Prepara un almíbar claro con el azúcar y el agua, no coloques ninguna especia que entretenga la entrega de los sabores.

Incorpora la fruta y el vino. Esto conviene hacerlo en una cazuela no muy alta para que queden completamente sumergidas, como un bebé en el vientre de su madre.

Cocina a fuego muy, pero muy bajo, sin que el almíbar hierva fuertemente, la fruta debe permanecer bastante quieta, apenas moverse. Un fuego muy alto podría romper el milagro que la transformará posteriormente en un precioso rubí.

Baña ocasionalmente las frutas con el almíbar procurando que siempre estén cubiertas y volteándolas con mucho cuidado. El proceso dura aproximadamente dos horas hasta que se obtenga un dulce en el cual el almíbar haya penetrado la pulpa de la pomagás y se vea brillante y traslúcida. Mientras transcurre ese tiempo saborea el vino restante, recuerda que un poco de vino despierta la mente y alegra el corazón.

Una vez logrado el dulce, transfiérelo a un recipiente bonito y déjalo reposar.

Al comerlo imagina lo que quieras. Yo la última vez me imaginé que el fruto y yo éramos lo mismo, una misma luz, provenientes de un mismo origen, de una fuerza maravillosa que algún vez nos pensó y que aún nos mantiene y entretiene suspirando de amor en éste maravilloso planeta azul, al cual llamamos Tierra.

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