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Conectar más con el alma de lo que bebo: lo que propone el vino


Seguimos explorando nuestro propósito de Año Nuevo, en esta ocasión desde el vino

Cócteles para llevar. No importa si son los ingredientes como un kit de recetas o el trago completamente preparado en recipiente de vidrio o doypack, la coctelería para llevar tuvo aceptación y va a seguir.

Más catas en línea. No todo el mundo las entiende, es un reto hacer que no se conviertan en una mera tertulia, pero por las condiciones que se ven a principios de año, el modelo del entretenimiento gastronómico en casa y en particular las catas en líneas seguirán siendo una fuerte alternativa.

Todos deberíamos estar bebiendo vinos naturales. U orgánicos o biodinámicos pero, al menos en un mercado como el venezolano, no hay ni de cerca la suficiente diversidad.

Podríamos recorrer los otros caminos. Pienso en la idea de Álvaro Palacios de hacer vinos en regiones en los que los iniciadores de al tradición fueron religiosos o también podría ser la apuesta por vinos cuyas uvas provengan de venerados viñedos, en este caso hay también poca diversidad y precios muy altos.

Entonces es el momento de realismo. ¿Qué nos propone el vino «normal y corriente» para conectar con su alma? ¿Se puede? Yo creo que cada vez hay que valorar más que ya no leemos Vino de Chile o Vino de España, esa generalización muy difícil de abarcar y encontramos más Valle de Colchagua, Rioja, Valle de Uco, y así con esas pequeñas regiones. Ver esa inscripción en la etiqueta y poder repasar en la memoria viajes a esos lugares o buscar fotos establecen una conexión diferente.

También está el camino del arte. Las etiquetas con obras de arte en lugar de abstracciones de atractivo de mercadeo es también otro camino. La firma del enólogo en algunos casos cuando el enólogo trata de transmitir la esencia del terroir, incluso en ocasiones el uso de una variedad autóctona por encima de una más popular francesa ofrece una conexión.

Es una búsqueda de belleza. Quien disfruta el vino sabe que a veces la botella más premiada y celebrada (que aparte muchas veces es la más cara) contiene un vino placentero pero prosaico, no hay nada hermoso en él sólo un disfrute jovial. Estoy pensando que es también cuestión de degustar cada sorbo con cuidado y dejarse sorprender, que a veces la belleza está donde menos se imagina uno.

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