A proposito de la trágica partida de los chefs peruanos Iván Kisic y los esposos Jason Nanka y Lorena Valdivia, nuestra colaboradora Ivette Franchi reflexionó sobre la herencia que dejan quienes dedican días interminables de pie trabajando en una cocina y hoy retomamos esta nota tras la muerte del gran Alain Senderens (fotografía Iván Kisic, Tierra Inca)
No. 1. Su estilo. Cada cual asume y desarrolla un estilo único al cocinar. Al morir un cocinero deja en manos de sus discipulos, o su brigada o algún cercano amigo sus sellos más personales, los de sus platos enrevesados entre chácharas cordiales y órdenes lapidarias dadas en la cocina, esos momentos que mezclaron en proporciones indeterminadas experiencia, intuición, genio e investigación.
No. 2. La memoria gustativa enseñada. Inevitablemente al partir un chef deja entre sus comensales platos que siempre van a ser objeto de culto entre ellos. Al recordarlos, evocarán momentos específicos cuando estos fueron servidos y generará una conversación con agradable gusto en boca para los más atrevidos. Como en algún momento en su Diario de un chef apuntó Sumito Estévez, hay un fuerte componente efímero en el arte del cocinero, sin embargo, pervive desde esta memoria sensible.
3. Sus documentos. Al partir, cualquier recuerdo escrito será una apreciada pieza entre sus seguidores. Recetas, menús, en algunos casos libros, videos se convierten en preciados documentos para aquellos que los tienen y los guardan con privilegiada admiración. Son fotografías en forma diferente. Son la via de mantener esa pasión culinaria viva.
Yo, particularmente, tengo algún gran chef a mi alrededor que ha partido. Recuerdo especificamente a Jose Rafael Viso. Grande en alma y en corazón en los fogones zulianos quien partió ciertamente muy rápido pero desde donde esté seguramente disfruta manjares y experiencias como las que él mismo creó.
[…] Sin embargo, en sus diversos viajes de trabajo por América latina, Estévez ha logrado indagar en las raíces peruanas del […]