Esta crianza, llamada también fase reductora porque se realiza en ausencia de oxígeno, impacta lo que vamos a percibir en copa y aquí te resumimos los cambios más importantes
Color. Los tintos tienden a los tonos teja, debido a la disminución de los antocianos (pigmentos rojos y azules) y al aumento de las flavonas (pigmentos amarillos). Por su parte los blancos, al no tener antocianos, el incremento de las flavonas provoca coloraciones amarillas muy intensas, en ocasiones, llegando al ámbar. Finalmente, los rosados por su parte, tienden a tonos pardos y piel de cebolla.
Aroma. Desarrollan los llamados aromas terciarios entre ellos los balsámicos, torrefactos, de frutos secos entre otros. En algunos casos cuando la guarda en botella es muy larga puede necesitar el vino de un paso por decantador para despertar sus aromas porque en una primera impresión puede percibirse «cerrado».
Gusto. La pérdida de los taninos durante la fase oxidativa en barrica y la posterior reducción en botella disminuyen la astringencia propia de la juventud del vino y le da mayor suavidad y finura en el paladar. (con información de vinetur)