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Abecedario de los vinos fantasmas. W-X

wine glasses laptop

Bioy Casares, Leo Borsi, Orson Welles, Mauricio Wiesenthal y vinos de Ribera del Duero, Montalcino y el Valle del Ródano en estas historias escritas entre palabras y descorches en una nueva edición del abecedario

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Wiesenthal, Mauricio. “Este libro para amantes de los viajes no es una guía de monumentos y catedrales.” Esa es la frase con la que comienza El esnobismo de las golondrinas, el curioso libro de Wiesenthal del que surge el nombre de Esnobismo gourmet y que luego puso a un conjunto de lectores, algunos con buenas y muchos con malas intenciones, a buscar en el diccionario y tratar de entender si el esnobismo que planteábamos en marzo de 2012 era “bueno” o “malo”. Pero vuelvo a Wiesenthal porque precisamente ahora muy cerca del final del abecedario retomo la idea original: no se trata de mencionar, como en un catálogo de casa de subastas, grandes vinos que hemos probado: no son los monumentos ni las catedrales, pero tampoco como esboza Wiesenthal son café, tertulias y encuentros sino los surcos que éstos han dejado en la memoria. Un Cyclo de Torremilanos 2005 del que compré en 2008 5 botellas en Panamá y vi pasar de su impactante personalidad juvenil ése mismo año hasta la madurez que percibí en 2013, en Amapola, en el primer almuerzo con Ana Irina, esa botella la hizo conversar de sus tortas, su preocupación por los perros callejeros y otras cosas que siempre me gustó escucharle aunque esencialmente no las comprendiera y que todavía hoy, evidentemente, recuerdo. La botella de brut Barroco de Freixenet que tomé en Margarita en vaso de plástico y con la que celebré un alejamiento del vino por un par de meses tras contraer dengue. La botella del Luca Syrah Laborde Double Select el día después del nacimiento de Sofía y la botella de Pater de Frescobaldi el día después de que nació Manuel. O las botellas de cava Geisse vintage en Maní y D.O.M. en Sao Paulo. Son descorches que me trajeron alegría por el vino en sí mismo y por lo que celebraban y son experiencias que no sólo no podré repetir  y tampoco describir exactamente. Pero también son la base de la esperanza de que en un futuro descorche habrá una experiencia así, es decir, siempre estoy a una copa de un nuevo recuerdo entrañable. Y no encontrarlo me hacer pensar que, sin duda, en el siguiente sí aparecerá.

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Xanadu “Escribir es agregar un cuarto a la casa de la vida” apunta Bioy Casares en una cita a la que recurro con frecuencia. Y precisamente eso ha sido el vino para mí pero más que agregar un cuarto ha sido la lenta y meticulosa construcción de un refugio como el de Charles Foster Kane, un espacio grande, probablemente más opulento de lo que podría -debería- ser y bastante más solo, al menos de residentes fijos pues eventualmente hay invitados desde los fugaces con los que abrimos vino en inducciones y degustaciones hasta amigos y amigas con los que hemos descorchado desde varietales acuosos hasta grandes vinos. Como Xanadu o su inspiración el Castillo Hearst es una propiedad vasta en la que siempre hay rincones en construcción. Tan amplio es que ha engullido otros cuartos de la vida, notoriamente el de la literatura. Es el único espacio en el que la maravilla y el asombro son recurrentes. En el castillo perdí un blackberry cuando derramamos media copa del brunello di montalcino Tenuta Caparzo encima de él en medio de alegría del descorche en La Viña del Señor. También allí fue posible que tras un mensaje vía Twitter Leo Borsi accediera a darme una degustación personal e individual de sus vinos en el stand de Domaine du Vieux Télégraphe en Vinexpo. Y aunque desde afuera parezca construido con excesos en realidad tiene más de precisión y empeño. Coincido con Miles Raymond, el protagonista de Sideways en que no tengo el alma de un coleccionista, vivo botella a botella. Por eso el castillo mismo tiene algo de evanescente y fantasmal porque sólo sería sólido si varias de las etiquetas hubieran entrado por cajas pero en muchas ocasiones fueron una sola y en otras tantas sólo una copa en alguna degustación y aún así se transformaron en pedazos de la estructura. Y lo seguimos construyendo. Es un lugar solitario, ya lo dije. Es un lugar lago oscuro también. Mas con el tiempo me convenzo de lo bien que le hacen al vino y a la literatura la oscuridad y el silencio.

rhone wines glass vinexpo 2013

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