Éste es un breve recorrido por algunas de los rincones más dulces de la ciudad en una lista personal de sus creaciones

Atar. Torta de dátiles. Era casi una peregrinación ir hasta Los Palos Grandes, a buscar estos dulces que con esa nota exótica nos hacía esperar hasta que salieran descartando sus buenas tortas fluidas de chocolate. El sabor y el tamaño individual eran perfectos.

Mozart. Mousse de Amaretto. Siempre es más fácil pensar en los profiteroles de Mozart pero este dulce es probablemente el único que no han copiado la legión de imitadores que han surgido a su alrededor. Lo cremoso, ligero y ese sabor del licor de frutos secos hace de cada bocado un placer personal.

Danubio. Pastel de ricotta dulce. Pensar en Danubio es pensar en las cheesecakes y sus pies, sobre todo el de limón pero esta parte de su oferta de hojaldres siempre nos ha parecido especial. El queso dulce y las pasas envueltos por el hojaldre son una merienda ideal.

Boston Bakery. Caracola de manzanas. Alguna vez entré al local homónimo en Los Palos Grandes pero realmente no sé me pareció en nada al de Altamira pero, en específico, a su bollería dulce y su caracola de manzana. La textura de la masa, el almíbar de la cubierta y los trozos de orejones de manzana eran el cierre dulce de cualquier desayuno. De esos sabores para extrañar.