Esta es una lista muy personal, un repaso por la memoria gustativa a través de cinco restaurantes entre los 90 y lo que va del siglo XXI

Amapola. Strudel de cazón sobre espejo de ají dulce. Durante muchos miércoles mi almuerzo antes de un taller de escritura que dictaba cerca. Lo probé con diversos tintos y blancos y con cada uno me presentó matices especiales. El gran culpable de que no probara otras de las especialidades del restaurante. Cocinaba Mercedes Oropeza.

Marco Polo. Ñoquis de yuca en salsa de queso azul. Más allá del plato, que me gustaba, el valor que le encuentro es que me ofreció una mirada sobre la yuca diferente al casabe y a la yuca hervida y frita. Dirigía la cocina Amadeo Mazzucato.

Antigua. Tortellini de asado negro. La idea de usar la carne del asado negro dentro de la pasta y la salsa para cubrir la pasta igualmente me ofreció una mirada diferente sobre este plato venezolano. Cocinaba Paul Launois.

Ara. Salmón marinado con nachos y guacamole. Era mi entrada favorita en Ara para compartir, sobre todo con mi madre, era ese gusto por un sabor conocido en el maíz, uno conocido pero con el toque mexicano con el aguacate y el guacamole, y el toque más internacional con el salmón. Cocinaba Edgar Leal.

Racó. Empanadas de acelga con salsa romesco. No creo que sean grandes creaciones pero dudo que se me hubiera ocurrido pedir acelga en ninguna otra presentación. Aparte, Racó fue el primer restaurante en el que me sentí como en casa, conocíamos a todo el personal de salsa e incluso con algunas limitaciones tanto de cocina como de servicio, siempre nos trataron bien y comimos razonablemente bien. Cocinaba Angel Lozano. (Imagen David Egui)