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Sembrar, cocinar y los milagros de todos los días

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Eloina Conde comparte su visión sobre la esencia más allá del oficio que encierra la cocina

Albert Einstein solía decir que «hay dos formas de ver la vida: una es creer que no existen milagros, la otra es creer que todo es un milagro» y creo que para ser agricultor o cocinero se necesita una alta dosis de la segunda. Con el perdón de los ateos, no creo que el ateísmo sea compatible con esos dos oficios.

Para el agricultor el milagro de la vida, la divinidad y la presencia de Dios – cualquiera sea el nombre que se le dé- se manifiesta cada mañana con el sol que sale y calienta su rostro para las largas faenas que le siguen, la lluvia generosa que riega sus siembras, la tierra ofreciendo sus bondades y sirviendo como cuna para las cosechas posteriores; aún en adversidad ocurre el milagro, en mayor o menor medida, con más o menos esfuerzo, pero el milagro sucede y gracias él y al trabajo, la dedicación y la constancia tenemos vegetales, hortalizas y frutos frescos para escoger según nuestros presupuestos, gustos y hasta caprichos.

Gracias a las manos que infatigables se esmeran cada día por el cuidado y selección de los granos, el tostado y molido tenemos café y tenemos cacao y luego todos sus derivados que si no son considerados milagrosos para curar tristezas y aliviar dolores del alma no son bien valorados, de igual manera sino fuera por el milagro de la vid no tendríamos vino y ¿se imaginan ustedes la vida sin un buen vino tinto para una cena romántica, un espumoso para descorchar en alguna celebración, o un rosado para un almuerzo tranquilo y apacible donde se consideren decisiones importantes o simplemente para una sobremesa luego de un servicio agitado? Son milagros a simple vista y al alcance de la mano.

Así en la cocina. Un cocinero aprende con estudio –formal o no – pero siempre con mucha práctica, con sudor y algunas veces lágrimas y sangre, que la alquimia de cocinar es un milagro distinto cada vez, uno del cual es participe, al que asiste con sus sentidos desde que ve los ingredientes y los selecciona, cuando los toca, los huele, cuando imagina cada preparación y cuando la ejecuta. Con paciencia y precisión. Un cocinero entiende que no sólo se trata de ingredientes, recetas y montajes, que es mucho más. Incluso, en los ejemplos más logrados, cuando la tecnología ingresa a ese templo que es la cocina lo hace supeditada a la sensibilidad. El cocinero entiende la sinergia que encierran todos los elementos, que crea un milagro que continúa en la mesa al juntarse sus comensales a disfrutar de un plato, son los momentos que perduran en la memoria en torno a una comida, son los recuerdos con la familia, es el aroma que nos conecta con nuestras raíces, son los sabores que reconocemos nuestros.

Es el amor. Ése es el milagro. Todos los días.

Un comentario el “Sembrar, cocinar y los milagros de todos los días

  1. Muy interesante artículo, con un enfoque diferente y maravilloso! sin duda, cuando comenzamos el ritual de cocinar usamos todos nuestros sentidos, incluso, creo yo, el de la intuición.

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