Comfort food como pocas, la pasta permite a nuestra consultora creativa explorar una vez más el lado más sensible del buen comer
No te ama más quien está contigo sólo en las malas, porque cosa triste es celebrar los triunfos en el vacío de la soledad. Hemos crecido con el famoso dicho que habla de contar amigos en los pesares y no digo que eso esté mal, pero si es muy fatalista.
Celebrar, alegrarse, compartir y disfrutar de la compañía de nuestros seres queridos y más si es en torno a una comida es esencial para que el amor florezca como la primavera, para que veamos sus frutos todos los días, para que la confianza alargue sus raíces. Y no hay día mejor para juntarse que los domingos, al menos eso creo yo.
En casa los domingos son tradicionalmente de pasta, difícilmente se cocina otra cosa, por presupuesto, comodidad, rapidez y versatilidad. Nos juntamos para hablar de la semana, del clima, del fútbol y el tenis, de la próxima semana y la que acaba de pasar, de la familia y las discordias cotidianas.
Es Pasta, no hay una preferida, pueden ser espaguetis, plumas, linguini o macarrones, da lo mismo y no significa que no la apreciemos pero con ciertas comidas se debe comprender que la protagonista no es ella, que es el complemento perfecto, que va a ser agradecida y disfrutada pero no va a girar la reunión en torno a ella, que aun cuando la salsa de pernil quede perfecta o el atún parezca recién salido del mar y no de una lata, cuando la boloñesa sea coronada con una capa de parmesano y derrita las papilas gustativas de inmediato al sentir el aroma o el pesto penetre muy profundamente nuestro olfato y memoria, no va a ser el motivo principal para juntarnos, y el momento presente cobra verdadera importancia.
Celebrar no siempre incluye fanfarrea y no debería, celebrar los pequeños momentos y poder hacerlo con quienes amamos aunque las palabras no lo digan debe ser motivo de alegría, aunque la pasta termine siendo sólo con aliños y queso blanco o con salsa rosada como a muchos nos gusta.
Se trata de un ejercicio de aceptación y no de resignación, de disfrute tranquilo y sereno pero sin darlo por sentado. Las semanas pasan rápido, los meses, los años, la vida pasa rápido y cambia sin darnos cuenta muchas veces, pero hay que juntarse para contar alegrías, para celebrar, para amarnos y crear recuerdos que permanezcan en la mente mucho después de que los cambios hagan imposible siquiera un intento de repetición.
¿La lección? En tantos años de historia de la humanidad, con tantos países y culturas diferentes, en medio de las tribulaciones que significan estar vivo hay que celebrar que coincidimos con gente que vibra en la misma frecuencia que nosotros, gente que te entiende, te apoya, te acompaña y celebra tus triunfos contigo. El amor no se trata de quien está contigo sólo en las malas y el complemento a veces es un plato de pasta.