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Masoch Café suma masoquismo y gastronomía en una sola experiencia

Masoch Café suma masoquismo y gastronomía en una sola experiencia

Ubicado en Lviv, Ucrania, una de las ciudades sedes de la Eurocopa 2012, se trata de un lugar donde el placer se mezcla hasta fundirse con el dolor

El látigo golpea en la espalda, la camarera grita y el cliente ríe: bienvenidos al Masoch Café, un bar ucraniano en Lviv, donde nació el escritor Leopold von Sacher-Masoch (1835-1895), quien fundó el masoquismo a través de su principal obra, «La venus de las pieles».

El origen del «masoquismo» (buscar placer a través del dolor físico o moral) es menos conocido que el «sadismo» (Sade), aun en Lviv, ciudad al oeste de Ucrania que parteneció a Polonia y a Austria-Hungría.

Ninguna calle rinde homenaje a este autor, del que no se disponen documentos en el servicio de información municipal.

El escritor, de todos modos, despierta curiosidad: las dos grandes librerías del centro de la ciudad, Yé (ser) y Litera (carta), este sábado no tenían obras de von Sacher-Masoch en sus almacenes de reserva.

El vínculo de Sacher-Masoch con Lviv (antes llamada Lemberg) se encuentra en ciertos poemas y en «La venus de las pieles», cuyo pesonaje homónimo es una «viuda de Lwow» (nombre en polaco de la ciudad).

El narrador clama: «Si no puedo gozar plenamente de la alegría del amor (…), quiero ser maltratado y traicionado por una mujer que amo. Cuanto más cruel sea, mejor va a ser. ¡Es también un goce!».

Este tipo de placer paradojal se representa en el Masoch Café, que hace las veces de pequeño museo. En su apertura en 2008, «todo el mundo leía ‘La venus de las pieles’ en el tranvía o en el autobús», recuerda Ilona, un voluntaria de la Eurocopa-2012.

Una estatua de Sacher-Masoch, en tamaño real, está en la recepción del bar. El interior presenta un marco muy sensual, con piezas de fundición del sexo masculino y bustos femeninos, pequeños sillones con cadenas para decorar. Una pantalla difunde películas eróticas, algunas actuales y otras clásicas.

Una joven de Kiev, que llegó a Lviv con dos amigas, reclama un trato especial. Una camarera le venda los ojos, le susurra a la oreja, le desliza cubos de hielo por la espalda y entre los senos, le tira alcohol en la boca y le da un latigazo.

Un grupo de hinchas alemanes quiere lo mismo. Oksana Voloshyn (26 años), que trabaja desde hace seis meses en el café-restaurant más famoso de Lviv, es la más activa en el servicio, asegura el espectáculo, y como «ama» dominando a sus «esclavos».

«Aquí, golpeamos a los clientes y a ellos les gusta. Cuando reciben latigazos, terminan dando más propina», reconoce entre risas. Lo que se dice «masoquismo». (vía Terra)

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