Aquí te sugerimos algunos contrastes sencillos para que tu comida de San Valentín sea toda una experiencia
Suave y crujiente. Tal vez la más sencilla. El paté sobre un trozo de buen pan, ostras frescas servidas junto con casabe horneado con mantequilla de ajo son ejemplos buenos y sencillos.
De extremo a extremo. Comenzar un menú con un vino blanco o una cerveza rubia muy ligeros y luego servir con el principal un tinto o una cerveza oscura muy intensos, presentar un postre que combine chocolate negro con chocolate, siempre desconcierta sentir estos contrastes pero invita a concentrar los sentidos.
Frutal y picante. Una salsa de guayaba con un toque de ají picante para acompañar una carne blanca o una vinagreta cítrica clásica pero con unas hojuelas de pepperoncino son contrastes interesantes que sacan de la monotonía.
Firme y cremoso. Un medallón de lomito o cerdo acompañado por un pure de papas o batata muy cremoso es una invitación a seguir degustando.
Frío y caliente. Como comentamos en nuestro libro Experiencias para paladares atrevidos, servir vino, especialmente espumosos con una sopa, aparte del deleite tradicional tiene el del contraste de las temperaturas.