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Guía gastronómica de Caracas de Miro Popic en 7 recuerdos


Rendimos un pequeño homenaje a una de las grandes publicaciones gastronomícas venezolanas, una de nuestras fuentes de consulta permanente
Brújula. La Guía fue, en particular para mi madre y para mí que tomábamos las decisiones de dónde íbamos a comer, sobre todo los domingos que era cuando salíamos los cuatro y también en los cumpleaños y otras fechas especiales. Tal vez me hubiera tardado más de la cuenta en probar los calamares en salsa picante o el arroz crocante de Chez Wong.

Crítica. El hecho, señalado una y otra vez por Miro Popic, de que él pagara sus consumos en los locales ofrecía la base indispensable no sólo para hacer reseñas sino para hacer crítica, entendida en su definición real: no encontrar defectos sino establecer comparaciones de lo que se presenta frente a los mejores estándares posibles. Daba algo de tranquilidad cuando algún restaurante que uno reconocía como pretencioso no era evaluado por la imagen que querían proyectar sus propietarios sino por la realidad de lo que salía de la cocina: pienso en los excesos del breve Mastranto.

Claves. Primero era simplemente ver la concordancia entre los signos de dólar $ y las estrellas pero luego se sumó el emoji de la carita feliz para dar ese extra que a veces no podía concretarse en una estrella pero hablaba de un servicio al cliente de nivel superior. Encontrar un local de un solo $, más de una estrella y una carita feliz era para nosotros un lugar que no podíamos dejar de visitar mientras que el máximo de estrellas era garantía incluso para terminar en un hospital privado como en una comida memorable de Día de las Madres en Emeritus y una milhojas de pera con la que todavía sueño,

Wishlist. Así como con la Guía Exceso de Vinos, la Guía Gastronómica de Caracas nos servía para organizar nuestras futuras visitas a restaurantes. Porque una cosa era leer por mera vanidad la confirmación de por qué nos gustaba Ara, Marco Polo o Tambo, pero otra saber si alguno de los múltiples nuevos locales de Las Mercedes incluso de curiosidades como cuando Malabar inauguró su pastelería de que la que nos hicimos clientes de todos los domingos para el postre del almuerzo aunque nunca terminamos de comer en el restaurante. Puede que no siempre estuviéramos de acuerdo al final con la información sobre algún restaurante pero era más cuestión de gustos que de defectos concretos e igual siempre agradecí esa ilusión, ese impulso aspiracional que hacía que tuviera por semanas un restaurante en la lista antes de visitarlo.

Visión. En medio de una Caracas que vio crecer las tiendas de especialidades gastronómicas importadas y platos listos para servir en casa, la Guía Gastronómica fue de las primeras en registrar de forma sistematizada este tipo de locales. Mucho le agradecí que me llevara a descubrir Atar.

Quién es quién en la gastrononomía. En una época en la que la imagen del chef venezolano comenzó a tomar relevancia, leer la guía era saber dónde podía conseguirse cada uno de esos nuevos creadores que había venido a sustituir a los maestros extranjeros, sobre todo franceses, que marcaron las cocinas del país incluso tras la crisis cambiaria de principio de los 80 y hasta principios y mediados de los 90. Pienso en Enrique Limardo, Paul Launois, Ana Belén Myerston, Edgar Leal, Héctor Romero, Eduardo Moreno, Carlos García y Helena Ibarra.

Presencia digital. Muchos de los contenidos de la guía estaban junto con los artículos de Popic en www.miropopic.com, página que todavía está activa. En un mundo anterior incluso a los Blackberry, ya existía este esfuerzo que complementa las más de dos décadas de trabajo editorial impreso de Miro Popic y su equipo. (imagen vía The Wynwood Times)

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