Siempre nos gusta escribir acerca de vinos pero hoy quisimos hacer un repaso de esas bebidas no alcohólicas que hemos disfrutado apasionadamente
Vichy catalán. El carácter casi diría agresivamente mineral de esta agua me fascina. No es solamente una acompañante de lujo en la sobremesa para cerrar una comida, después del café y el destilado, sino que si estoy en un lugar donde pueda conseguirla sin problemas me gusta una antes del desayuno. Otra categoría de agua mineral.
Agua de linaza. Mi papá hacía una verdadera peregrinación hasta la Encrucijada y no precisamente para los sándwiches de pernil sino porque en un camión vendían aguas de cereales: avena, cebada y, sobre todo, linaza. Esa sensación como gomosa me parecía divertida, yo era un niño y para mí la linaza simplemente era un sabor más como quien pide en una heladería chocolate o mantecado. De vez en cuando preparo en casa para recordar.
Jugo de guanánaba. Era más bien una merengada y mi papá hacía una peregrinación pero esta vez más corta, hasta El Paraíso, cerca del templo adventista. La guanábana tenía un sabor apreciado por mí: sabía a relleno de torta y al patio de mi abuela materna, así que no tenía problema en acompañarlo. Un día fuimos a buscar nuestro jugo y no lo conseguimos. Mi padre investigó: al vendedor lo habían asesinado cuando se resistió al robo, suceso bastante poco común en la época.
Jugo de mandarina. Llegamos a Bogotá muy temprano, teníamos, mi fotógrafo Mauricio Plaza y yo, una jornada de entrevistas a chefs de la ciudad: en agenda teníamos seguros a Mark Rausch y Harry Sasson, por confirmar un par más. Pero nuestra primera parada fue el Club El Nogal. La llama perpetua en la entrada para recordar a las víctimas de un atentado me perturbó pero una vez subimos al restaurante donde sirven desayuno el ritual de la elección de la comida fue la única preocupación. No sé qué pude haber pedido para comer pero sí que puesto a escoger entre jugos de mandarina o naranja, aposté por el menos común. ¡Y qué decisión! Desde su color vibrante anaranjado, el aroma, el matizado sabor cítrico. La definición de jugo inolvidable.
Vitamina. Sólo puedo decir que se trata de otra curiosidad de mi padre, esta vez relacionado con los viajes de vacaciones escolares a Cabimas. Por más que busco no encuentro los ingredientes: era un líquido amarillo y espeso y le recuerdo un sabor que probablemente era vainilla. Ahora leo en Internet que también la preparan en El Tigre. Yo era niño, impresionable y si bien no asociaba con ninguna de las propiedades revitalizantes que escuchaba que tenía, la disfrutaba.
Café con leche con germen de trigo. El germen era Kretschmer y el de etiqueta azul que estaba endulzado con miel. Era un recuerdo de esa Venezuela en la que los productos importados ocupaban buena parte de los anaqueles. Como se ha visto en esta lista no menciono el café por sí mismo porque merecería una nota parte pero esta bomba dulzona dejaba muy en segundo plato el café. La idea era agregar 4 o 5 cucharadas al café con leche y dejar que el germen se asentara en el fondo. Guardaba la cuchara. Me tomaba el café. Para cerrar, con la cuchara, me comía el germen. Que durante la primaria mi horario escolar fuera vespertino favorecía el ritual.