Aunque parecen sólo ser cosa del ámbito político, los fake news en gastronomía existen y aquí compartimos algunas observaciones
Existen y se han convertido en una herramienta más. Si consideramos la definición más sencilla de fake news como informaciones erróneas que se dan de manera intencionada (hoax en inglés, bulos) y la desinformación como el efecto directo que produce su circulación, situación que se ha potenciado gracias al poder amplificador de las redes sociales, vemos que las fake news en la gastronomía están totalmente vigentes y basta contrastar la realidad de algunas propuestas o productos gastronómicos con las deslumbrantes descripciones que los rodean.
Hay una diferencia según el emisor. Es totalmente diferente el usuario (¿foodie?) normal y corriente que desea obtener alguna prebenda de un proveedor gastronómico (o simplemente tiene un entusiasmo desmedido) y para esto realiza una reseña que exagera sus cualidades, que el comunicador gastronómico profesional o quien aspira a serlo. Sin un mínimo componente ético no puede haber un contenido gastronómico serio.
Vienen sueltas y en campañas. Hay ocasiones en la fake news es idea de una sola persona y puede que tenga mayor o menor impacto pero también existe el caso de verdaderas campañas de fake news en las que juegan un papel muy importante los llamados influencers. Por eso decimos que una nota de prensa exagerada es fake news. Y si se considera que muchos bloggers no han trascendido el copy paste inmediato, la repetición de esta noticia falsa podría realmente abarcar varias páginas de búsqueda de Google pero no deja de ser falsa.
“Según la receta de…”, “al estilo de…” Se trata de una de las mentiras más comunes. Lamentablemente en muchos casos el comensal no tiene más referencia que la palabra de quien le sirve el plato. Esto empeora cuando se trata de una abuela o nonna anónima.
Cortes de carne, embutidos y todo lo trufado. Los precios absurdos que a veces toman algunas preparaciones por ser “trufadas”, término que alude a la adición de dos o tres gotas de aceite trufado y construir sobre eso una imagen de exclusividad de un restaurante raya en la estafa. Pero pasa lo mismo con cortes de carne (desde el corte propiamente dicho al tipo de ganado, sobre todo en las categorías estadounidenses o japonesas) así como embutidos, en particular españoles e italianos mientras se sirven productos totalmente diferentes pero no tan fáciles de distinguir para el comensal común entran en la categoría.
Los premios clandestinos. Cocineros que reciben una distinción en lugares recónditos de los que es difícil encontrar confirmación, vinos ganadores de medallas de oro en certámenes de dudoso cuño en algún país asiático o de Europa del este, cócteles que son los favoritos de determinada estrella de cine o música (pese a que no hay mayor documentación al respecto), todo esto entra en una gruesa bolsa de fake news comunes.
El único antídoto es el criterio. Aunque hay esfuerzos muy serios de plataformas en tratar de desmontar los bulos de mayor escala (casi siempre en el ámbito político), el único antídoto real es el criterio. Consumir por consumir, pagar más por pagar más siempre será una opción pero si se trata de una persona que disfrute la gastronomía hace bien en revisar diversas fuentes y no dejarse llevar por la primera foto provocativa ni la primera nota que consiste solo en halagos.