En su propuesta salada y particularmente en la dulce, este emprendimiento ha sido una exquisita sorpresa y aquí te contamos por qué vale la pena que busques sus productos
Predominio de lo natural. Pienso en la sensación de la mermelada de duraznos o la de frutos rojos o la de guayaba: en todos, la gran protagonista es la fruta, en sabor y textura y se nota la diferencia con los productos industriales. Sea para untar o como base para cocinar (marinadas o salsas) son un producto muy bien logrado.
Armonía de sabores. En este caso me vienen a la mente la mermelada de piña picante y el dulce de lechosa. En el caso del picante la sensación es de media a intensa pero sin llegar a ser abrasadora, es cálida, está presente pero no abruma. En el caso del dulce de lechosa no hay ni sensación de empalago ni exceso de especias dulces. Incluso la mermelada de naranja logra que el amargor sea sólo una nota dentro del registro cítrico, así como en el antipasto por el lado de la propuesta salada.
Preservación de la memoria gustativa. En este caso no se pueden dejar de mencionar dos de los productos, la mermelada de guayaba y los coquitos. La mermelada tiene esa concentración del sabor de la fruta sobre una textura sedosa y placentera mientras que el coquito es un viaje sin escalas a la infancia: una versión de aquellas esferas ambarinas que vendían en los semáforos y que basta romper con los dientes la cubierta de caramelo para perderse en la dulzura y la untuosidad del coco rallado. También el dulce de leche cortada es capaz de despertar recuerdos.
El detalle prometido
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