El nuevo emprendimiento gastronómico de los hermanos Romano, mejor conocidos por su restaurante La Huerta, ofrece la posibilidad de disfrutar de callos, mondongo, picadillo de chorizo y otros productos congelados para que puedas degustarlos en casa en pocos minutos y aquí te dejamos nuestras impresiones
Tradición. «He descubierto que la tradición no es algo que se transmite con lecciones», explica Gumersindo Romano, quien junto con sus hermanos ha emprendido este nuevo reto gastronómico, «sino que se vive, como cuando era niño y salía al campo y desayunaba con potajes fuertes y media botella de vino, así aprendí esos sabores y un amor por el vino que se ha desarrollado con el tiempo y me hace llevar una buena botella cuando me toca viajar por Venezuela en eventos ecuestres.» Es precisamente tradición, que sin duda lleva la marca del restaurante de los hermanos Romano, La Huerta, lo que se ofrece de una manera práctica como base en estos productos. El mondongo en las areperas y restaurantes criollos y los callos en las diversas encarnaciones de restaurantes de influencia española de Caracas son platos a cuyo encuentro se iba generalmente en estos locales porque el manejo de la panza de res, sobre todo su limpieza, suele ser complicado, sin embargo, muchos caraqueños guardan un registro de sus sabores, por lo que difícilmente se replicaban en casa. Ahora, en esta versión congelada, hay la posibilidad de tenerlos más cerca.
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Versatilidad. Los productos se prestan para permitir que cada persona le agregue su toque personal. Tal vez el más evidente es el picadillo de chorizo que puede acompañar desde pasta a huevos revueltos, sin embargo, en el caso de los callos, dado su fuerte sabor, se puede jugar con alguna guarnición para matizar esa intensidad, mientras que el mondongo es buena medida un lienzo en blanco en el que se puede agregar desde un chorrito de jugo de limón a otras verduras y productos al gusto. Los productos de La Aldeana son un excelente punto de partida para la comida «casi casera».
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Proceso de elaboración. Tal vez en algún punto las ideas de comida congelada y cocina artesanal, como lo indican las cajas de los productos, parezcan a primera vista incompatible, sin embargo, una visita a la planta en Los Anaucos puede ayudar a explicar esta potencial paradoja. Desde un vivero donde se cultivan algunos productos como pimentones y pimientos de padrón, a las máquinas en las que se trabaja la panza de res y, sobre todo, la elaboración de los chorizos transmiten un cuidado no sólo en lograr un producto de calidad sino en afinar sabores que ofrezcan una experiencia gastronómica sin las implicaciones de visitar un restaurante.