Compartimos algunas reflexiones de Albert Molins acerca del panorama actual de la comunicación gastronómica, sus actores y su audiencia
Gastronomía y las nuevas tecnologías de comunicación. La gastronomía fue lo que ahora se denomina un early adopter. Y eso tuvo sus ventajas e inconvenientes. No hay más que recordar el boom de los blogs. No voy a decir que internet democratizó el acceso a la información y a la comunicación, pero sin duda rompió ese monopolio. Y no se van a creer lo que pasó a continuación: que empezamos a hablar de contenidos y creadores de contenidos y nos olvidamos de todo lo demás. Y no es solo una cuestión semántica. Hablar de contenidos ha terminado teniendo un impacto enorme, que se ha traducido en que se valore más la capacidad de generar ingresos, la famosa monetización, de aquello que se publica, que su valor informativo, intelectual o cultural.
Nuevos actores en la comunicación gastronómica y su espacio. [Tras describir el video de un youtuber en un importante restaurante español en el que el comensal se permite pronunnciar incorrectamente lugares fundamentales de la gastronomía y sugiere que debe recibir raciones adicionales de los platos del menú degustación porque le parecen muy pequeñas). Cuando escribo estas líneas el vídeo lleva más de 300.000 reproducciones. Ya les digo yo que muchos de los artículos de los que escribimos aquí llegan al 0,5% de esa cifra. ¿Y saben por qué? Pues porque somos tan buenos que no nos lee ni el tato. Porque no somos un contenido. Hoy una amiga me decía que no escribamos nada. Que hagamos vídeos o un podcast, que la gente no tiene tiempo, ni paciencia para leer. ¿Saben lo que gana ese youtuber? Pues Socialblade dot com le calcula unos ingresos mensuales, solo en YouTube, entre los 600 y los 10.000 euros. Tiene casi 195.000 suscriptores y sus vídeos acumulan casi 40 millones de reproducciones. Y mientras, conozco a jóvenes periodistas gastronómicos más formados, con más conocimientos, que sí saben dónde está el Périgord y que escriben artículos maravillosos por 25 miserables euros. Y a mí me revuelve las tripas, y a eso me refiero cuando digo que hemos banalizado la comunicación gastronómica.
La búsqueda de un equilibrio entre contenidos serios y contenidos banales. Entiendo que si lo que ustedes consumen -otra palabreja del nuevo ya no tan nuevo paradigma- son vídeos de YouTube y contenidos en Instagram, pues es nornal que el señor Perigró gane un dinero haciéndolos, y que lo que yo hago tenga la repercusión que tiene. Aunque creo que tiene que ser perfectamente posible ganar dinero en el mundo digital haciendo comunicación gastronómica de verdad, no puro entretenimiento, pero también sé, por experiencia propia, que es mucho más difícil, lento y que al final siempre vas a ganar mucho menos que haciendo solo contenidos. Quizás solo falten editores e inversores dispuestos. Ahí queda el reto.
Sobre la audiencia de la comunicación gastronómica. Alguien dijo que la gastronomía necesitaba de un público culto. Se equivocó: por lo visto solo necesitaba una audiencia, como el cine, las variedades o el circo. En todo caso, quizás -solo quizás- ese sea también parte del problema. (con información de Bonviveur)