Aquí seguimos este recorrido sabroso y sentimental por algunos lugares que extrañamos

Los pastelitos de queso. Los de la cantina de La Salle La Colina. Por alguna razón me he encontrado en las últimas semanas hablando mucho del colegio y mi paso por allí pero no le he hecho justicia a estos pastelitos de hojaldre que eran un verdadero vicio. Rectangulares y de buen tamaño, encontrarlos calientes en alguno de los recreos era un tremendo privilegio.

Brazo gitano helado EFE y Heladerías Qué bueno. No saber que era mejor si probar el helado o probar el bizcocho primero y luego ir buscando que cada bocado fuera equilibrado de cada componente era una obsesión. Este producto debería volver. Recuerdo haberlo comido en CCCT y Caricuao.

Helado de maní en Frappé En su encarnación más reciente en Los Palos Grandes, la visita a Frappé se resolvía o por el helado de níspero o por el de maní y nunca quedamos inconformes.

Helados de canela y pistacho en Gelateria Parmalat. La cremosidad realmente era notable pero el de canela, que era sugerente y delicado, era una invitación a escudriñar hasta encontrar la esencia de su sabor. El de pistacho era pura alegría. Íbamos mucho a la de la avenida principal de Las Mercedes.

Menús del Comedor del Instituto Culinario de Caracas. Revisar el menú, hacer la reservación, seleccionar el vino, llegar a las 7 a la quinta La Guarimba, entrar, entregar el vino (o los vinos) y sentarse era la antesala a una experiencia gastronómica en mayúsculas. Bajo la dirección del chef Héctor Romero, alumnos del ICC mantenían la cocina y la sala activa con servicio y platos de alto vuelo en una atmósfera bastante distendida, perfecta para que Manuel mi hijo mayor descubriera muchos productos, sabores y texturas (nunca pidió el menú infantil). Difícil de replicar lo que significaban estas cenas.