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4 sentidos agradecimientos a Sael Ibáñez


A manera de despedida, repasamos algunas de las deudas profundas con nuestro maestro Sael Ibáñez

Por la literatura policial. Gracias a ti leí por primera vez a Hammett, Collins y Chesterton. Todavía te recuerdo cuando tomo alguna novela de intriga. Además, a ti te debo aquellas peregrinaciones desde la Librería Ludens en Plaza Venezuela hasta Lectura en Chacaito, parando en el Fondo de Cultura Económica y Suma en la caza de los libros de aquella lista que compartiste. También por Faulkner.

Por la literatura fantástica. Tu entusiasmo por leer a Borges con veneración me dio una nueva perspectiva de sus textos y también de los tuyos que de vez en cuando releo y ya incluso he compartido con mis hijos. También por Bierce.

Por tomar en serio cada texto. Claro que a veces te distraías y te perdías en las discusiones de ese año entre 1998 y 1997 que compartimos en el taller de narrativa del CELARG pero tú te tomabas en serio los textos y nos tratabas como escritores y no queríamos que escribiéramos como tú ni como tus escritores favoritos sino como nosotros. También por las conversas en Arábica y en el pequeño café diagonal de Alto restaurant donde descubriste que para pedir cerveza había que decir que uno quería un “nestea muy, muy frío”.

Por hablarme de la vocación. Una de tus obsesiones era hablar de la importancia de seguir la vocación e incluso advertías que de no seguir ese llamado el arrepentimiento era seguro. Escuchándote terminé de convencerme de que mi paso por la Universidad Metropolitana y las clases de administración eran básicamente un accidente en mi vida y debía seguir buscando. Y siempre por las historias que quedan en tus libros y por el cariño: han pasado 24 años y todavía de vez en cuando termino contando una anécdota de esos días como cuando sin inmutarte le dijiste a alguien que presumiste te iba a molestar que tú no eras Sáel Ibáñez y que debía volver otro día, como cuando le dijiste a alguien cuyo cuento era impresentable que se trataba de un texto “Caribe” y evitaste la discusión del término o cómo te reíste cuando te dije que uno de los primeros desertores del taller con quien coincidí en Sabana Grande me dijo que había abandonado el taller porque entendió que “había agotado las posibilidades expresivas de la palabra” y ahora se dedicaba a la creación audiovisual.

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