La aparición del covid 19 y las fuertes medidas de restricción nos sirvieron no sólo para disfrutar de algunas botellas compartidas en familia sino también para aprender estas lecciones
Las botellas intocables podrían estar sobrevaloradas. Cuando comenzó la pandemia y hubo ese momento cuando nos inundó esa sensación de vulnerabilidad total, amigos entusiastas del vino y nosotros llegamos a la misma conclusión: hay que pensar dos y tres veces antes de tener botellas “intocables”. La vida es frágil y hay momentos en los que hay que celebrar la vida.
Cualquier hora es buena para brindar. A medida que avanzamos en la cuarentena y nos dimos cuenta de que se trataba de una situación totalmente diferente que no podíamos cambiar por voluntad propia, las comidas y así también los descorches, comenzaron a tener espacio fuera de los horarios tradicionales. Hemos sentido algo liberador en habernos adaptado.
Las viñas son una metáfora de la vida. Revisar imágenes de viñas en el Nuevo Mundo, que tuvo que cosechar en medio de las restricciones de confinamiento, y en el Viejo Mundo donde la vid también debía ser atendida era una muestra de algo que por momentos olvidaba: la vida no se había detenido, la vida había continuado su cauce, a su ritmo, y nosotros simplemente estábamos en pausa en las actividades habituales pero la vida continuaba y era bueno recordarlo.