Estas notas cuentan de una manera muy personal algunos eventos que revelan el sabor que tiene la revancha en la gastronomía
No. 1 El Valle de Uco. Comencé a interesarme en un nivel más profundo por el vino cuando escuché a una mujer decir con mucha determinación en 2009 «este vino es exactamente como saben los malbec del Valle de Uco, podría reconocerlo en cualquier parte.» La admiré, tomé nota mental de ese vino, de sus aromas, de su sabor. En 2012, invitado por Wines of Argentina, estuve un par de semanas conociendo los viñedos argentinos de Salta a la Patagonia. Esperaba tensamente nuestro viaje a Uco. Llegamos a Andeluna, en pleno Valle de Uco, y probamos los vinos de la bodega y de varias propiedades vecinas. Recordé aquel vino de 3 años antes. Primero disfruté. Luego concluí: esa señora no sabía ni lo que era el malbec ni lo que era el Valle de Uco.
No. 2 Épice. Había hecho la reservación para comer en el restaurante de Alberto Landgraf en Sao Paulo. No había espacio en las cenas de las noches de mi estadía sino un almuerzo el antepenúltimo día antes de partir. Llegué y me ofrecieron el menú ejecutivo. ¿Cómo podía alguien imaginarse que viajaría desde Caracas para degustar sólo esa fórmula de mediodía? Pero no me dieron otra opción. Comí, incluso pedí una copa de champagne porque el módico precio del menú lo permitía. Nunca me había ocurrido: rumié mi fastidio tomando Ruinart. Camino al hotel, que estaba a dos cuadras, me sentí defraudado y frustrado y decidí escribirle vía Twitter al chef Landgraf. Dejé el teléfono cargando y salí a caminar la ciudad. Al regreso tenía mensaje del chef: me pedía el correo electrónico. Se lo di y casi inmediatamente me respondió: me invitaba a cenar, me prepararía su menú degustación de 15 platos y saldría de la cocina a conversar conmigo. Cuando llegué la noche siguiente al restaurante me esperaba una mesa y una copa de Runinart Rosé: «el chef dice que es la mejor manera de acompañar el menú», dijo el maitre.
No. 3 Cocina y vino. Cuando decidí dejar mi puesto como director de la revista Cocina y vino había pasado los últimos meses dirigiendo degustaciones en el interior del país para dos importadoras que aprecio de forma particular: Zinardi y Alimentos Fusari. Era 2012. Quien para entonces era mi jefa me dijo con firmeza: «te vas a pudrir dando catas en el monte.» En diciembre de 2014, tras terminar una degustación de cervezas artesanales en Alto y antes de presentar al chef Carlos García que explicaría su menú, tomé el último trago de la Pisse des gottes de sarrapia a la salud de aquella desagradable conversación.
No. 4 Michel Rolland. En Argentina me dijeron que no podría ver a Michel Rolland en 2012 porque había decidido retrasar su llegada. Me hubiera gustado haberlo visto, no era cualquier enólogo, había reescrito la historia del vino argentino. En junio de 2013, durante Vinexpo, traté de conversar con él en el stand de la Rolland Collection. Allí sí lo pude ver. Pero fue imposible acercarme. Di una vuelta para intentar de nuevo pero al regresar ya Rolland se había marchado. El penúltimo día de la feria salí temprano y fui a caminar por el centro de Burdeos. De repente, sin concierto, comenzó a llover. Caminaba en la acera contraria del Jardin Public, no tenía paraguas, tampoco suéter, era junio, no se suponía que lloviera. Avancé hasta el toldo de una agencia de viajes y pensé en quedarme hasta que escampara. En sentido contrario, un señor en sobretodo caminó, cabizbajo, también hacia el toldo. Retrocedí para hacerle espacio. Se sacudió un poco. Levantó la cabeza. Era Michel Rolland. Lo saludé en español, él hizo un sonido como un gruñido o tal vez sólo bostezó. Así son las pequeñas revanchas. Dejé el toldo y caminé mojándome un poco hasta un Carrefour cercano y allí sí esperé el fin de la lluvia.
No. 5 Almojábanas. Otra señora publicó como un gran descubrimiento en un viaje a Colombia las almojábanas. Era el año 2010. Me extrañó porque durante 20 años las había comido de la panadería El Torbes en la avenida Baralt, sobre todo tras la muerte de Oscar Guaramato ya que en la nota que se le hizo de despedida en el diario El Nacional, se decía que era su desayuno preferido y mi padre decidió hacer peregrinanciones todos los sábados a buscarlas. Me porfiaron, como si de herejía se tratase, que en Caracas ni había ni podía haber almojábanas. Un conocido, con quien comparto la afición por el vino, leyó la conversación en Twitter y me dijo que si existían estaba interesado en probarlas. Coordinamos el encuentro cerca de su oficina en Parque Carabobo y nos fuimos primero en metro hasta Capitolio y luego caminando hasta El Torbes. Como si quisieran sincronizarse con la revancha, las almojábanas estaban saliendo del horno. Hasta olvidé el cansancio de llevar a Manuel en los brazos (apenas tenía un año y pocos meses). Saboreé esas almojábanas como nunca y compré varias para llevar y hacer perdurar ese sabor de esa victoria.
No. 6 Sofía. Esta es prestada pero la viví de cerca. Sofía llegó triste el viernes antes de carnaval porque le habían prometido un cotillón en la escuela y terminó sólo con dos caramelos. Tal vez ella entendió mal, se calculó mal la colaboración y sólo alcanzó para dos caramelos pero el resultado era ése: una niña, dos caramelos. Era una decepción profunda, casi ni quería conversar al respecto. Se le compraron juguetes de piñata, algunos dulces, los recibía pero no cambiaba demasiado: todavía quedaba esa deuda pendiente. El jueves antes del fin de semana del Día de San Valentín, de la escuela enviaron un recordatorio: el viernes había que llevar una tarjeta y un chocolate para hacer un intercambio en el salón. Seleccionamos un chocolate oscuro e hicimos la tarjeta. El viernes temprano, Sofía lo llevaba todo en su carpeta y aunque no lo conversamos supongo que tenía cierta ilusión pero esta vez cauta tras el episodio del cotillón. Cuando la fui a buscar al mediodía sonreía y gritaba mientras mostraba un empaque envuelto con papel celofán de corazones: ¡me dieron esto! ¡una caja con muchas chupetas de chocolate! Recordé el desencantó de la semana anterior y pensé, en ese momento y dos horas después cuando se comió su primera chupeta: ella también tuvo su pequeña revancha gastronómica.
No. 7 El origen. El primer fin de semana de Esnobismo gourmet en marzo de 2012 básicamente pasó con unos pocos artículos y yo haciendo retweet desde mi cuenta personal @elproximojuego. Era un shock después de manejar los 100 mil seguidores de Twitter de Cocina y vino y el tráfico frenético del website que creé para ellos en diciembre de 2011. Y fíjate, ahora hasta tú estás leyendo esta nota
Como siempre querido Jesús es un placer literario y gastronómico compartir contigo Saludos 🙂
Qué buen articulo querido amigo…ahora quede pensando sobre alguna revancha que me haya ocurrido? Soy más de escribir anécdotas sobre algún plato, ahora tratare de recordar.
No se si es a propósito del tema. Las notas mas estimulantes las dieron la de Cocina y Vino y la de El Origen, que evoca tu blog. Leerlo es un placer deliberado. Desde 2012. Refinado. Reposado. Sería muy afortunado algún día encontrarlo y decírselo personalmente. Por la admiración que siento sería una improbable sorpresa que yo me atreva a hacerlo……