La comida en los aviones es blanco de permanentes críticas pero estas curiosidades te ayudarán a entenderla un poco mejor
No. 1 Siempre que puedas pide jugo de tomate. ¿Qué tiene esta bebida inusual que tanto apetece en el cielo? La razón la dieron ya los científicos del Crossmodal Laboratory de Oxford: la hortaliza reina de la huerta es inmune a la pérdida de sabor que experimentan otros alimentos. El jugo de tomate -al natural o aliñado en forma de Bloody Mary– sabe excepcionalmente bueno a bordo de un avión. Por eso nada extraña que sea la bebida más demandada en los trayectos de largo recorrido. El ejemplo lo pone la compañía Lufthansa: más de 1,7 millones de litros anuales se consumen en sus aviones, algo que le llevó a solicitar un estudio sobre este fenómeno. Las pruebas realizadas hace unos años a los pasajeros de un Airbus A310-200 dieron con la clave: dentro de una cabina presurizada este zumo apetece más incluso para aquellas personas que nunca lo beben en tierra.
No. 2 La sal no sala… ¿Se ha preguntado alguna vez por qué el almuerzo está tan especiado, incluso en aquellas aerolíneas adscritas a dietas mediterráneas? Las investigaciones llevadas a cabo por el instituto alemán Fraunhofer sirvieron para alumbrar esta cuestión: dado que la sal tiene un 30% menos de efecto cuando se consume por los aires, los cocineros se esfuerzan en suplir esta carencia con potenciadores del sabor. Así, pasta al pesto, pollo con tomillo o ensaladas rociadas de cilantro resultan habituales a bordo de los aviones.
No. 3 … Y el azúcar no endulza. El azúcar en los vuelos se aprecia un 20% menos golosa que como lo haría en la superficie. Por ello muchas compañías prescinden de los vinos dulces en sus menús de a bordo: ya que no existe manera de apreciar realmente su sabor, suelen ser sustituidos por otros más afrutados. Así que ya lo sabe para su próximo viaje (vía Ocho Leguas)