Reflexionamos sobre uno de los placeres gastronómicos de la vida
No me molesta la «controversia». Para mí el tema de «se bebe» después de tal o cuál hora» y sobre todo «si se bebe antes de tal otra hora se es alcohólico» es simplemente una tontería. Simplemente es un momento en la mesa y si hay mesa puede haber vino.
Sentido común. Lo único que me dice el sentido común es que no voy a beber un potente cabernet tras las horas de ayuno, de hecho, en general los tintos no me apetecen a esa hora.
Blancos. Sobre todo chardonnay y torrontés, el primero por sus notas a mantequilla, el segundo porque su nariz de flores me termina de despertar.
Burbujas. Mi opción favorita, desde burbujas de Nuevo Mundo a prosecco, Cava y champagne, servidas frías solas o con cocteles.
Mimosa. Si el jugo de naranja está recién exprimido y tengo triple sec I algún otro licor con naranja puedo pensarlo.
Menú. Los croissants en sabor y textura, quesos y embutidos, huevos revueltos con langostinos, incluso desayuno criollo venezolano: si el desayuno es sustancioso, el vino puede ayudar.
Recuerdos. Lo escribo y me veo en Burdeos desayunando ostras en una cata de Chablis, en Panamá con revoltillo con langosta, en Mendoza con espumosos argentinos, en Barcelona con jamón ibérico, en casa con mamá mezclando burbujas con sorbete los 1ero de enero. Tengo buenos recuerdos de desayunos con vinos.