Te contamos esos detalles del guiso, la masa y la envoltura de una hallaca que la alejan de lo que debería ser la perfección en el plato estrella de la Navidad venezolana
Sabor del guiso. Es una delgada línea pero no puede quedar ni salado ni desabrido y esto, al final, responde a dos factores. Uno es que no se vaya agregando la sal a la preparación en cada etapa porque al reducir el guiso se hará incomible, la otra es que si bien la hallaca es un trabajo en equipo el guiso debería estar en manos de una sola persona para que no ocurran accidentes.
Grosor y color de la masa. Una masa muy gruesa es un verdadero anticlímax en una hallaca. La masa tiene que ser tan delgada como se puede pero que resista que al abrirse no se rompa e incluso que no se vea el guiso. Mención aparte merece el color y el brillo de la masa que deben recordarnos tanto la materia grasa como el onoto (achiote) que suele utilizarse, una hallaca pálida espanta del plato.
Hojas y amarre. La hoja debe lavarse y sus venas deben ser removidas para poder envolver la hallaca. Aparte, aunque hay varias técnicas de amarre, uno agradece aquellas en las que apenas con uno o dos cortes se puede retirar todo el pabilo frente a las que proponen una especie de laberinto que puede hacer que se enfríe la hallaca antes de servirla. (imagen vía El Estímulo)