Nuestra coordinadora de contenidos Daniela Carrascal cuenta cómo se unió al equipo de Esnobismo gourmet
La vida es una cadena de hechos interconectados o como dicen por ahí, lo que es del cura va para la iglesia, lo que ha de ser será y así, otra sarta de frases que usamos para justificar las casualidades. Aunque, en este caso, sí me gusta pensar que todo aquello pasó por algo. En el 2013, cuando Twitter todavía era la red social de moda, me apunté a un concurso –cosa rara en mi- que hacía @esnobgourmet. No recuerdo de qué trataba, tampoco el premio. Sólo sé que fue el inicio.
Ese mismo año empecé a trabajar en una reconocida revista de gastronomía. Un día me enviaron a una pauta. Me vi, entonces, en los espacios de la importadora Di Masi con mi grabadora, mi libreta y los conocimientos sobre vino que algunos libros de la oficina me habían facilitado.
En una cava que acondicionaron para la presentación estaba el fundador de Finca Sophenia, Roberto Luka y otros colegas del medio. Me senté a observar y a preparar la entrevista. Tímida y temerosa, pues era una de mis primeras pautas. De repente, escuché que alguien me llamaba por mi antiguo usuario de Twitter:
Hola, arroba danycarrie.
Me volteé extrañada.
Soy arroba el próximo juego, de Esnobismo Gourmet.
Me respondió.
Ese saludo bastó.
Volviendo a la presentación de los vinos Sophenia, recuerdo que Jesús me pasó, gentilmente, una copa de vino a lo que contesté algo apenada: No, yo no tomo. En ese momento pensé que debí haberle dicho eso a mi editor en jefe antes de ir a la asignación, pero, como comenté al principio, el destino estaba haciendo su tarea.
Ocho meses después, renuncié a aquel trabajo casi en contra de mi voluntad. Amaba escribir sobre comida y todo su peso cultural. De hecho, siempre digo, escribir sobre gastronomía me hizo amar a mi país; pero eso es otro cuento. Tenía 23 años y en ella, también, me había descubierto.
Luego de algún tiempo, recibí un DM (mensaje directo) en Twitter. En esa inesperada correspondencia Jesús me invitaba a ser colaboradora en su página, a pesar de aquella primera mala impresión. El resto es historia: reseñas de eventos, entrevistas, alguna receta y Memorias a la carta.
Aún no puedo tomar vino y no he vuelto a reseñar una copa más pero hoy, mi vida sigue transcurriendo entre letras y gastronomía.
Gracias, Jesús.
Gracias, Twitter.