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9 recomendaciones de lecturas sensuales por escritores venezolanos

9 recomendaciones de lecturas sensuales por escritores venezolanos

Estas recomendaciones son perfectas para compartir en pareja y disfrutar del lado más erótico de las letras.

No. 1 Las edades de Lulú, de Almudena Grandes. «El primero que me viene a la mente es Las edades de Lulú de Almudena Grandes. Se trata de una bildungsroman (término que recrea el paso de niño a hombre) sexual de Lulú, a quien vemos crecer desde la niña infatuada por el amigo de su hermano hasta la mujer víctima de sus deseos y fantasías, todo contado en un lenguaje que esquiva lo vulgar pero no se hunde solo en poesía sino que muestra la crudeza de los encuentros sexuales de Lulú. Aparte de su lenguaje, es un libro que disfruto porque se cuenta entre aquellos que nos hacen pensar en lo mejor del género humano por contraste: la caída de Lulú sumergida en el lado más oscuro de su deseo nos recuerda que el erotismo, la pulsión erótica, es lo que hace que la vinculación sexual entre humanos sea profundamente diferente al mero apareamiento». Jesús Nieves Montero, autor de las novelas cortas Últimos Juegos y Pies de barro.

No. 2 El Cantar de los Cantares. «A Salomón corresponde mi texto bíblico favorito: El cantar de los cantares, un conmovedor poema erótico que -de nuevo- los teólogos intentan despojar de toda carnalidad. Versos como: «Tus pechos son como gemelos de gacela que se apacientan entre lirios» o «tus piernas son columnas de mármol» son de una hermosura difícil de olvidar, y menos aun de ruborizar. De la literatura erótica prefiero aquella donde el sexo sea celebración y no esté atravesado por la culpa o la intención de «retratar la decadencia» de determinado país o sociedad. El sexo como metáfora me resulta fastidioso, moralista y cargado de subtextos ajenos al placer carnal. También me causa placer Las mil y una noches, la formidable recopilación de cuentos árabes donde abunda el sexo de todo signo, y que por desgracia las ediciones occidentales recortaron hasta convertirlo en libro para niños». Camilo Hernández, escritor de telenovelas

No. 3 El amante de Lady Chatterley, de D.H. Lawrence. «Siempre ha existido sensualidad en la literatura. La literatura tiene que reflejar la vida y la vida no está completa sin un componente sensual, pero evidentemente hay obras que hacen de esta exaltación de lo sensible (no necesariamente sexual) su centro de gravitación y, en ese sentido, El amante de Lady Chatterley de D. H. Lawrence es, quizás, una novela modélica. Primero, por la audacia de un autor que en 1928 se atrevía a escribir pasajes como este: ‘Una mujer podía tomar a un hombre sin caer realmente en su poder. Más bien podía utilizar aquella cosa del sexo para adquirir poder sobre él. Porque sólo tenía que mantenerse al margen durante la relación sexual y dejarle acabar y gastarse, sin llegar ella misma a la crisis; y luego podía ella prolongar la conexión y llegar a su orgasmo y crisis mientras él no era más que su instrumento’. Si hoy nos asombramos con la crudeza de estas descripciones, imaginémonos lo que significaba hace casi un siglo expresar inclementemente que la mujer tiene el dominio de la relación sexual. Y más directamente, cuando Lawrence quiere retratar la turbación que Lady Chatterley siente al ser mirada por su futuro amante usa estas palabras: ‘Y una pequeña lengua de fuego se encendió repentinamente en sus muslos, en la raíz de su espalda y sintió un gemido interior’. Esta es, evidentemente, una refinada versión de nuestro ‘se le bajaron las medias’. Refinamiento, elegancia, elaboración cuidadosa de retratos de personajes y situaciones sin vericuetos, sin idealizaciones, pero con una enorme belleza. Esa es la sensualidad que plasma la buena literatura». José Manuel Peláez, autor de Por poco lo logro

No. 4 Lolita, Vladimir Nabokov. «Confesiones de un viudo de raza blanca fue uno de los dos títulos tentativos que Humbert Humbert barajó para etiquetar su polémico diario, el otro título resultó más propicio (y comercial) para la historia de la literatura: Lolita (1955). Vladimir Nabokov escribió una de las novelas más transgresoras de los últimos cien años. El nombre de la niña, incluso, pasó a designar ciertas actitudes de precocidad y malicia. Lolita explora la fascinación que se siente por lo prohibido; dibuja sin tabúes las máscaras de la inocencia y, a la vez, cuestiona el complejo universo de las perversiones. El erotismo reposa en la conciencia del conflicto que existe entre deseo y deber moral. Es una historia de amor que, en palabras del narrador, resulta ‘frenética, impúdica, angustiada y desesperanzada’. Dolores Haze es uno de los personajes más eróticos de los que tengo memoria». Eduardo Sánchez Rugeles, autor de Blue Label / Etiqueta Azul

No. 5 Seda, Alessandro Baricco. «Si aceptamos que la sensualidad no sólo se encuentra referida al sexo, sino al llamado a los sentidos, debemos declarar que toda obra literaria que valga su peso debe contener cierta dosis de sensualidad que transmita al lector la atmósfera requerida. Quizá la obra más sensual que haya leído sea Seda, de Alessandro Baricco. El uso del lenguaje en ella apela a los sentidos de manera sutil, desde las descripciones más sencillas (‘Una vez había tenido entre sus manos un velo tejido con hilo de seda japonés. Era como tener entre los dedos la nada’), hasta entrar en el terreno de lo erótico, con pasajes como éste: ‘mi cuerpo sobre el tuyo, tu espalda que me levanta, tus brazos que no me dejan ir, los golpes dentro de mí, es dulce violencia, veo tus ojos buscar en los míos, quieres saber hasta dónde hacerme daño’. Un libro sensual es capaz de despertar el tacto, el oído y el gusto a través de la vista, de las palabras impresas. Espero un día escribir uno que lo consiga». Marianne Díaz Hernández, autora de Aviones de papel

No 6-7 Helarte de amar, de Fernando Iwasaki y El segundo círculo, de Ernesto Pérez Zúñiga. «Mezclar risa con erotismo parece una mala señal. Pero recuerdo dos libros en los que palpita una felicidad risueña vinculada a lo erótico. Helarte de amar, de Fernando Iwasaki, y El segundo círculo, de Ernesto Pérez Zúñiga. El primero se explaya en un género inventado por el autor peruano: «la ciencia fricción», relatos donde se alternan las carcajadas y la excitación; el segundo es una oscura novela sobre el deseo, en la que uno de los personajes obtiene la más plena satisfacción al tener una relación sexual con el fantasma de una pelirroja. Fascinante conjunción: plenitud de lo imposible. La risa que nos eriza y el erizamiento que a veces nos hace reír». Juan Carlos Méndez Guédez, autor de Arena Negra

No. 8-9 Rayuela, de Julio Cortázar y El cielo entre cenizas de Santos López. «Ser lector es un destino. Y decidir qué leer es una tarea difícil. Por eso, cuando un libro llega a mis manos cierro los ojos y pienso: ‘voy a tragarme de nuevo el mundo’. Los temas podrían ser muy diversos y tan amplios como tantos autores existan. Pero la literatura erótica tiene asidero propio. Recuerdo, por ejemplo, el extraordinario roce de lo erótico en el capítulo 7 Toco tu boca de la novela Rayuela de Julio Cortázar. Y un segundo libro que no puedo dejar de mencionar, por el conmovedor sabor erótico de su palabra, es el poema Cayenas Moradas del libro El cielo entre cenizas del poeta Santos López: Amor, cuántas veces eres, cuantas veces te amo./ Ahora, ven y abre tu pecho de pelusa negra/ Enséñame el temblor». Carmen Verde Arocha, directora de Editorial Eclepsidra (vía Estampas)

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