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Turismo extremo en España incluye cursos de toreo

Turismo extremo en España incluye cursos de toreo

Madrid, Sevilla, Cádiz y Badajoz son sólo algunas de las ciudades en las que gracias al Club de Aficionados Prácticos Taurinos puedes vivir la aventura extrema de ser un torero

Andrew de la Capea’. Quizás no suene muy bien como acompañante de Morante de la Puebla o El Juli en un cartel de Beneficencia en la plaza de las Ventas pero tampoco es eso lo que busca este inglés madurito en el Club de Aficionados Prácticos Taurinos. Apasionado de España y de su cultura, Andrew se enamoró del toreo tarde pero intensamente. Abonado de la primera plaza del mundo, tras muchos años viendo torear decidió saltar a la arena. «Te da la impresión de estar en la plaza, es muy distinto que estar en el tendido», decía el tío con los brazos y manos magulladas en el intermedio entre clase de muleta y de capote.

No es el único extranjero que se ha atrevido a probar unos cursos que acercan la seña de identidad española. «Por aquí han pasado franceses, alemanes y hasta libaneses», revelaba Rafael Peralta, uno de los fundadores del Club de Aficionados Prácticos. Otro es el matador retirado, hoy apoderado, Eduardo Dávila Miura. Profesor de excelentes cualidades, Dávila define estos cursos como la manera más fácil de «sentir una sensación única e inexplicable como lo es torear». Pueden ser de uno o de tres días, ambos coronados con un ‘paseillo’ en un tentadero para experimentar, de primera mano, lo que es darle un pase de pecho a un animal.

Capote, banderillas, muleta y la suerte de matar, el entrenamiento de un torero, es lo que van a vivir los valientes que quieran poder criticar con conocimiento de causa a un torero en las Ventas. Claro que ellos lidiarán a una vaquilla de 70 kilos y los segundos lo hacen con animales de más de 500. Pero, de eso se trata, de «jugar al toro» como explicaba un invitado muy especial en el curso que se desarrolló con la ayuda del Ayuntamiento en la Plaza de Valdemorillo. El matador Arturo Saldívar se alegraba de la proliferación de unos cursos que «ayuden a fomentar la cultura taurina» y, sobretodo, de que muchos puedan aprender que «esto es lo más bonito que hay en el mundo».

El último día, todos, sin excepción, lo aprenden. A primera hora, proliferan las caras de miedo y responsabilidad ante la futura faena. Dos, tres, cuatro pases como mucho son los que ligarán ante animales bravos pero pequeños para evitar riesgos que no sustos. Andrew comprobó en sus propias carnes la malicia de la primera vaquilla. «Uno no sabe que hacer, la distancia, la colocación, es muy difícil» decía abatido. Sin embargo, con la segunda se gustó, toreó encajado y la remató con un pase de pecho de esos de bandera. «Todo el mundo coincide en que ha sentido algo especial que no ha sentido en su vida». Eso, a lo que se refería el maestro Dávila, es el toreo. (vía El Mundo)

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