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El sentido del vino en Venezuela 2019

red wine glass evaluation
Reflexión de nuestro editor Jesús Nieves Montero a partir de su experiencia dirigiendo catas de vinos y eventos gastronómicos en su país

Basta mirar las noticias, tanto las que se publican dentro de Venezuela como las que salen al exterior para preguntarnos si algo no está mal cuando se ingresa a una cuenta como el Instagram de @Esnobgourmet y vemos esa sucesión de vinos, eventos gastronómicos y sonrisas alrededor de mesas. Esas «dos Venezuelas» de las que muchos hablan -yo creo que son más-, a los que algunos incomoda y que muchos, sobre todo nuestros compatriotas que viven en el exterior, no comprenden.

Por eso, para cerrar las degustaciones de las últimas semanas, en particular las del exitoso ciclo Copas y bocados en DOC Restaurant, me he esforzado por ensayar una idea que pone en contexto lo que hacemos y quiero compartir en esta nota.

Para mí el vino, en esta circunstancia, en este momento del país, es una forma de recordar que una planta como la vid (junto con el olivo y el trigo) fueron esenciales para la Humanidad al sedentarizar las poblaciones. Que la comprensión de la naturaleza y la adaptabilidad a sus cambios, el manejo de una mezcla de escasas certezas y muchas incertidumbres, es indispensable para alcanzar un objetivo.

La fermentación me recuerda también la transformación: ya no hay suelo, ya no hay fruta, ni siquiera el mosto y sus azúcares, ni viticultores ni enólogos sino el vino que, casi parafraseando a Borges en su famosa reflexión sobre el libro, es otra cosa, en los mejores casos el vino es extensión de paisajes, historia e imaginación y esfuerzo humano.

Incluso en las trincheras de las guerra mundiales los músicos trataban de improvisar instrumentos musicales para poder seguir conectando con su propósito de crear belleza a ´partir de las notas. Así nosotros cuando descorchamos la botella, cuando vemos caer el vino en la copa, recordamos que hay inspiración en ese proceso que se resume en el líquido. Y cuando concentramos nuestros sentidos y dejamos que los aromas, el sabor y la textura, los recuerdos, las sensaciones nos aborden, nos sumerjan, somos más humanos. Y si compartimos en mesa, hay una conexión diferente con quienes nos rodean.

El ruido alrededor del vino me interesa poco. El mercadeo, las ceremonias, el protocolo, los descriptores rebuscados. Todo eso existe, es fácil de consultar y de practicar. Yo me quedo con el entusiasmo, y es eso lo que me gusta compartir.

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