Tanto en el Reino Unido como en el resto de Europa hay productos gastronómicos que, simplemente, no pueden divorciarse y aquí te comentamos algunos de ellos
No. 1 Vinos de Burdeos y Champagne. No es simplemente que el Reino Unido sea un gran cliente, es que en buena medida por años ha sido el difusor de la cultura de estos vinos y el modelador de sus estilos, por ejemplo, al hacer del champagne un vino seco en contraposición del estilo dulzón que preferían en Rusia cuando la casa de los zares se contaba entre los principales clientes. Para Burdeos, Londres es un epicentro de comercio tanto de los vinos por venir como de las añadas viejas y siempre hay algo inglés en la veneración por los vinos de décadas de maduración. Simplemente, estos vinos tienen un vínculo eterno con el Reino Unido.
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No. 2 Vinos de Jerez y fortificados de Oporto. Nuevamente en ambos casos hay incluso una impronta inglesa en su creación en el caso de los portos así como de su apreciación. La pasión inglesa por estos vinos les ha dotado de un mercado seguro e incluso de inversionistas británicos que han desembarcado para producir en España y Portugal. ¿Será más difícil el comercio? Seguramente pero éste es otro vínculo que no borra ningún referendo.
No. 3 Quesos ingleses. ¿Podrá Europa vivir sin los quesos ingleses? Seguramente pero ¿puede borrarse la huella del Cheshire, el Cheddar y el Stilton? Eso es bastante más difícil. Para un amante de los quesos estas variedades junto con el Stinking Bishop, el Leicester rojo y el Yarg, entre otros, forman parte del patrimonio de Europa y seguramente encontrará maneras de seguir apreciándolos.
No. 4 Whisky escocés. Si bien los Estados Unidos, países del lejano Oriente y de Latinoamérica como Venezuela y México suelen ser tradicionalmente los mercados más importantes de este destilado, lo cierto es que desde 2010 los alemanes le estaban tomando el gusto con un consumo en crecimiento mientras que en España siempre ha tenido sus seguidores. Sin duda, Europa podría acudir al brandy, el cognac, el calvados y otros aguadientes de frutas, pero los placeres de un single malt de Islay son únicos y, al nos encontrar sustituto, el amante del buen beber que lo requiera volverá, con o sin Brexit, a buscar su botella.