Continuamos con nuestro especial por el cuarto aniversario de Esnobismo gourmet con esta nota por la hija de nuestra colaboradora Leidimar Martín
Mi mamá, su amor por la cocina y su afán de aprender siempre algo nuevo; me han llevado a un mundo de sabores y texturas. Soy una afortunada que puede disfrutar, a diario, comidas de todos los orígenes. La cocina de mi casa es un estallido de emociones… una caja de sorpresas.
Mis hermanos y yo espiamos detrás de las cortinas los movimientos de mamá, intentando adivinar lo que prepara. A veces lo cuenta. Nos deja ver y tocar. Otras veces, como una bruja escondiendo su magia, ella nos pide discreción: será comida sorpresa. ¡Es tan divertido el juego!
Quizás sea una pizza flaquita, crujiente, tomates muy rojos y orégano. O ese pan francés que estira y golpea duro contra la mesa, haciéndonos reír. Un pan papel para shawarma y esa pasta de ajonjolí que ella llama de otra forma que nunca puedo recordar.
Yo siempre deseo que sean golfeados o el dulce salado de los cachitos de jamón. O mejor aún, una torta. Que sea una torta. De chocolate, de vainilla o de auyama.
Creo que la torta es mi comida favorita porque son dulces, esponjadas, con rellenos cremosos y también porque a mi abuela le encantaban y yo siento que cada mordisco devuelve su sonrisa a nuestra mesa.