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Abecedario de los vinos fantasmas. A-D

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Nuestro editor Jesús Nieves Montero repasa algunas historias en torno al vino en este abecedario personal que va de Alentejo a La Consulta en Mendoza, Argentina y de las imágenes de la película A good year a un domingo lluvioso en Sant Sadurní d’Anoia

A

Alentejo. Quería hablar de los vinos que, como en los espectáculos de fantasmagoría de hace dos siglos ofrecían mostrar «los muertos y los ausentes». Así concluí que fuera de los vinos de Oporto, el resto de los vinos portugueses eran en mayor o menor medida más que indiferentes, ausentes, fantasmas. Recordaré 2015 cuando por condiciones del mercado venezolano que permitieron la incorporación de algunas bodegas interesantes, comencé a hacerlos reales probando vinos de Lisboa, Tejo y Alentejo.

B

Bandol. Creo –no estoy seguro- haber probado una copa en medio del deslumbramiento de Vinexpo 2013 cuando es imposible llevar un registro específico de las degustaciones en stand, apenas se puede hacer con clases magistrales como la que recordamos con Tim Atkins sobre Borgoña o Marcelo Pelleriti con Wines of Argentina. Pero sólo escuchar o ver en alguna botella o artículo la palabra bandol me lleva a A good year, la película con Russell Crowe en la que su personaje debe regresar al viñedo en Francia de su abuelo para reencontrarse con el contraste de su vida citadina y sus recuerdos, y así vemos cómo el impulso de vender tan rápido como pudiera la finca es desplazado por el deseo de reconstruir el pasado. No tengo un registro claro de estos vinos pero sí del espacio emotivo que me conecta.

C

Cava. Llegué a Sant Sadurní d’Anoia, a la visita a Gramona, de la peor manera. En la madrugada de ese día había cambiado la hora por la llegada de la primavera por lo que me confié en mi reloj y terminé saliendo tarde. Llegué en tren y desde la estación hasta la bodega, rodeado de los anuncios de Freixenet y Codorniú, tuve que soportar una lluvia que me hizo recordar lo que significaba pertinaz. La visita, no hay duda, fue impresionante, pero la imagen evanescente apareció después, sentado en un pequeño restaurante con una pizza de paleta de cerdo ibérico y Particular, el cava brut nature de Torrens Moliner. No he vuelto a ver la etiqueta ni ningún otro producto de la bodega en los viajes siguientes pero cada vez que llueve recuerdo ese carácter seco, austero, crudo del vino mientras estiraba las horas para volver a Barcelona y todo el pueblo, con la excepción del restaurante, dormía porque era domingo y llovía.

Ch

Champagne. Cuando pruebo un champagne de 10 o más años de añejamiento no puedo dejar de sentir un estremecimiento, las impresiones inexactas de un pasado que vivimos en paralelo la botella y yo que se encuentran en el descorche, en la copa. En 2014 ocurrió de forma vívida, definida con una botella de Delamotte 2002: allí estaba la burbuja, algo de fruta, pero aunque los sentidos de alguna manera me llevaban a decir que me impresionaba un carácter “fresco” conservado 12 años después de su cosecha, en realidad cada sorbo, aparte del placer, había el peso de muchos días, horas, lecturas, descubrimientos, decepciones logros y derrotas de más de una década.

D

Domados. Era Expovino Panamá 2008. Fernando Spigatín, de Domados, me confió que abriría en breve una botella de Zaino, su malbec top. Lo decantó mientras me contaba cómo recorrer los viñedos en su caballo era su ideal de felicidad desde que lo hacía con su padre. Esperamos. Y sirvió un líquido casi negro del que surgían frutas negras, violetas, especias dulces. Recordé a Hubert de Montille en Mondovino: no es sólo que el vino sea concentrado sino que su sabor sea profundo. Y me vi tomando ese vino con mi hijo unos diez años después. Le pregunté a Fernando cuánto duraría ese vino. “Fácil 20 años”, dijo. No necesitaba Wine Spectator ni Robert Parker para creerle al hombre que me había llevado de paseo en el caballo por sus viñedos con su relato. Simplemente nos pusimos de acuerdo y me vendió una de las botellas que le habían sobrado de la exposición. Y antes de entregármela, con cuidado, con letras grandes como siempre he imaginado la caligrafía de varios de los afrancesados protagonistas de los cuentos de Cortázar, colocó, por primera vez el nombre de mi hijo Manuel Andrés, al dedicarle la botella. Cada 15 de agosto, en su cumpleaños, tratamos siempre de brindar con vino argentino, por la memoria de Fernando. Hasta que se cumpla el destino del Zaino y sea descorchado para brindar con Manuel.

argentinian wine label

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