Descubre los secretos de la bebida emblema del Brasil y base de la caipirinha
No. 1 Origen. La producción de azúcar fue durante mucho tiempo la principal actividad económica de Brasil. Y la cachaza (cachaça, en portugués) nació como parte del proceso de tratamiento: era la espuma gruesa que se tiraba de las calderas la primera vez que se hervía el caldo de la caña. Los esclavos que trabajaban en la fabricación fueron los primeros que se enamoraron de la bebida; luego, los portugueses, los dueños de la industria, empezaron a importar la ‘cachaça’ para Portugal, con el nombre de aguardiente de la tierra.
No. 2 Templos. Este licor cuenta con algunos bares considerados verdaderos templos de la bebida. En Río, la Academia da Cachaça (Rua Conde de Bernadotte, 26. Leblon), uno de los bares míticos de la ciudad, prepara más de 550 variedades de caipirinha. También es famoso el Bar da Cachaça (Avenida Mem de Sá, 110), en el bohemio barrio de la Lapa, por su estumpenda versión con jengibre, junto una carta de más de 2.000 tipos del aguardiente. En la zona norte de Río, la Cachaçaria Petisco da Vila (Av. Pastor Martin Luther King, 126), además de ofrecer más de mil tipos de la bebida, hace su propia cachaza artesanalmente, y el consumidor puede ver el proceso de fabricación. En el Mangue Seco ( Rua do Lavradio, 23), en el centro histórico de la ciudad, uno puede aprenderlo todo sobre la cachaza: en agosto, el bar realiza una tarde de degustación con charla sobre la historia del aguardiente.
No. 3 Tardío reconocimiento. El aguardiente ha tardado mucho en ser conocida fuera de Brasil, porque siempre ha sido vista con muchos prejuicios. Era la bebida marginal, la bebida de los esclavos. Con la fundación de la Academia Brasileña de la Cachaça, en 1983, pasó a tener más visibilidad. La cachaza de alambique es maravillosa, una de las mejores del mundo. Sin embargo, en la actualidad es tan reconocida como el tequila en México o el saque en Japón y ganó el status de patrimonio histórico-cultural de Río de Janeiro. (vía El viajero)
