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Los viajes las catas: Pomar, Eloina y yo


Primera nota de esta serie dedicada a repasar algunos viajes relacionados con el vino de parte de nuestro editor Jesús Nieves Montero

No sé si te lo había contado, Elo, pero curiosamente mi viaje a Pomar contigo fue el primero que hice a un viñedo acompañado de forma «personal»: anteriormente o iba solo o con colegas del mundo del vino, así que esa travesía de 2018 fue marcadamente diferente.

No quiero hablar del estupendo primer día en la bodega con la degustación en la sala subterránea y los espumosos así como la cena, espléndida (yo muy contento con la compañía y el petit verdot) sino de algunas cosas que pensé al día siguiente, en medio de los viñedos, mientras nos tomábamos fotos, alejados del resto del grupo de la visita.

Porque cuando uno ve esas plantas, que si bien allí en Altagracia dan fruto dos veces al año es una excepción tropical, recordé que para mí acercarme al vino fue, por grandilocuente que fuese, crecer. Descubrir en lecturas y luego en viñedo el compromiso de todo el año con ese suelo y con esa planta para que realmente haya fruto al final, cuidarlas tanto en el invierno, podarlas cuando es necesario, ser paiente con ellas, entender que cada una es distinta es la única fórmula, una fórmula desconocida para mí que siempre he tenido poca paciencia y mucho diletantismo.

Mientras agarrábamos uvas de los racimos y te comentaba acerca de cuánto me asombró lo absurdamente pequeñas que son esas bayas cuando las vi por primera vez me alegró saber que tú tenías esa sensibilidad para detenerte en los detalles del vino, cosa que un par de días luego ya en Caracas me demostraste con el fondo de copa de aquel Calicanto de Viña El Principal. Nunca serías de las «amantes del buen vino» que se beben cualquier barbaridad a cualquier temperatura y lo cuentan orgullosos.

Cuando pisamos uvas, aunque un par de veces yo trastabillé, reconecté con algo que por alguna razón tenía distanciado: la experiencia está en eso en quitarse zapatos, meterse, estrujar lo que haya que estrujar, divertirse, todavía hay lugares en donde el vino se elabora así y mira si eso es conectar con lo que se bebe.

Y le di una interpretación adicional a una frase que me dijo Hugo Sabogal: el vino convoca. Se comparte el placer del vino y se comparte el placer que provoca el vino.

Hemos brindado en Carora, en Trujillo y en Caracas. Estoy convencido de que nos faltan lugares y descorches. Nos veo en la foto con los viñedos detrás y recuerdo a la Baronesa Rothschild: en el mundo del vino lo difícil son los primeros 100 años.

Nuestro negocio tiene, también, mucho de vino.

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